miércoles, 29 de septiembre de 2010

Una Sirena suelta. Manual de la Advertencias y la Sugerente sugerencia. Pimera Parte. La democracia y la democratización.

Las preocupaciones, cuando responden a colectivos organizados de personas, siempre responden a problemas intrínsicos en puntos nodales de la organización, desarrollo y reproducción de una serie de relaciones sociales, limitadas en el marco de contextos (histórico, culturales, psicológicos, etc.) que responde a un cadena con eslabones de difícil des-unión.

Llegar a plantear temas específicos se hace evidentemente complejo sin atravesar miradas al “encadenamiento (subjetivo-objetivo)” de una serie de elementos y relaciones, que conforman una significación simbólica de lo social. Aquí nos encontramos con la misma diatriba, y parece ser una primera advertencia: << Cualquier análisis, propuesta, sugerencia y problematización, debe considerar la articulación de las relaciones en los espacios objetivos objetivados de las relaciones sociales, como los espacios de capacidad estructurante estructurados, conservando una aproximación dialéctica y dinámica en el movimiento del devenir entre el sujeto-sujeto, el sujeto-objeto y el objeto-sujeto >>. Esto que suena a un enredo hegeliano es más bien una clásica cita de los marxistas que implica no perder el movimiento de conjunto de la articulación de “lo particular” (de nuestra demanda, propuesta, etc.) en su relación con un orden de “la totalidad social” (considerando su diferenciación y complejidad de articulación interna).

Esta es un noción que será la base de nuestra contribución a la propuesta presentada por algunos/as compañeros/as de la carrera de sociología de Universidad de la Frontera, y a la cual hemos sido invitados, entre otros exalumnos, a reflexionar acerca de la nueva situación en la carrera, y un conjunto de problematizaciones realizadas en un documento titulado: Propuesta de mejoramiento de la carrera de sociología UFRO, el cual representa distintos intereses, observaciones, criticas, reflexiones, extraídas de una búsqueda loable por acercarse cada vez más a una excelencia intelectual en el plano de las discusiones al interior de la disciplina y su intención de desarrollarlas en el contexto de la misma Universidad.

Al abordar este tema caemos en el riesgo, ese del que tanto se habla, se escribe y nunca lo asumimos como una condición ontológica, de ser vociferados desde las tribunas de las personalidades cínicas, irónicas y escépticas, que miran estos temas como “problemillas estudiantiles” y luego se refugian en grandes macro-teorías sociales para encontrar el decadente sentido de sus aburridas vidas en la narcisista masturbación académica. Debo reconocer que es un riesgo que disfruto.

Llamamos a la Sirena, la encargada en la mitología de transferir un llamado de advertencia, y a la vez de la seducción insoportable que hago patente aquí, para también destacar que esta es solo una humilde contribución, por lo cual no es necesario confundirse con estos cantos para no terminar atado al mástil, como Ulises, para poder escuchar (leer) este texto, ni caer en una falsa desesperación e inmovilización, sino que todo lo contrario: es necesario escuchar, reflexionar y obtener una nueva evidencia de la situación, para alcanzar un visión hermenéutica de los problemas, que nos permita actuar con discreción, asertividad y decisión.

Democratización. ¿Para qué y por qué?

Me propuse contribuir con sugerencias y advertencias este artículo, pero es difícil decir << cuidado con la democracia >> como advertencia fascista o sin un aire totalitario, del cual hemos estado acostumbrados a analizar y observar en el transcurso del siglo XX, y bueno los proyectos llamados “proto-fascistas” del Siglo XXI. Sin embargo es necesario también decir algo muy importante para no caer en ese << vacío >> de sentido, que era la misma fuerza del fascismo, explorando y adentrándose en lo que es la democratización.

¿Primero debemos señalar qué es la democracia? Un poco sí. Es necesario adentrarse en el mundo de las representaciones y del orden simbólico, en referencia al espectro de la ideología y su sentido “inmanente”. Antes de comenzar a hablar sobre “La democratización” es necesario centrarse en el espacio en que el cinismo (y no un Kinismo como la expresión popular crítica y de resistencia señalada por Zizek) se apodera del absorto mundo del conformismo y la cínica apatía de quienes profesan críticas liberales contra el gobierno, contra el Estado, el capitalismo, etc., pero no piensan en términos prácticos por generar las mismas en el desarrollo de los espacios concretos en los cuales habitan (“ya que la cotidianidad es el libro que todos podemos leer”, en el decir del gran sociólogo Guerrillerokulto), en donde tenemos encallados grandes focos de micro-fascismo (en el decir de Deleuze y Guattari).

La democracia es un elemento que no posee un significante puro, sino que está mediado por el error, la repetición, el campo de lo ideológico, un orden simbólico, donde la “hegemonía ideológica” cobra mayor profundidad ¿acaso es la misma democracia a la que hace mención el discurso liberal individualista a la “democracia real” socialista de la URSS stalinista? Claramente no. El problema es aquí no cual es mejor, porque esa no es parte de la discusión, el tema es la advertencia número 2: << Cada contenido debe en el futuro, resignificando el pasado y el presente, clarificar la significación de la democracia, sino se cae, por una parte, en un profundo oportunismo y, por otra, en una completa secularización dialógica ad infinitum >>. Hay nociones prácticas que deben ser parte de una discusión integrada integral en su contenido y forma, pero por otro lado hay un límite objetivo que debemos señalar categóricamente: La democratización rompe con las formas de poder y organización anteriores, por lo tanto, quienes dominan, “deben tener” la disposición a dialogar (¿?) o profusamente se conformarán con el cinismo de siempre al no ver esa significación de la democratización como un complejo argumento racionalizado (como les tocó hacerlo a la burguesía francesa en 1789, como le tocó hacerlo al partido de la vanguardia obrera en Rusia, como lo hizo la concertación con su modelo de transición democrática, etc., y en términos más “concretos” los/as estudiantes del Manifiesto de Córdoba en 1918, o los/as estudiantes de la democratización de los años 60’ en Chile; o las votaciones en la Universidad de Buenos Aires en 2005 en la elección del director de carrera). Todas difieren en su contenido (por la significación ideológica), pero todas responden a un ordenamiento preformativo de lo social: un proyecto.

En esa misma dirección habría que considerar que la democracia es más que una acción declarativa o una performance (si quiera en el sentido que creo pensamos darle). Considerando el escenario actual y los actores activos en la carrera, uno podría suponer (de buena fe e intuitivamente más que aparentemente por principios políticos concretos) que existiría una tendencia a la democratización. ¿se ha abierto un acontecimiento qué nos hace pensar que la democratización de la carrera será una posibilidad concreta? No lo sé. Dentro de mi distancia (física principalmente) no puedo leer bien la situación. La verdad es que aparece más como un imperativo categórico en términos kantianos, que rompe con esa lógica de Descartes y su cinismo para sobrevivir en la “moral provisional” cartesiana, donde el poder debe ser respetado, aceptado y obedecido junto con sus normas para obtener la autonomía del pensar y la reflexión teórica libre. Aunque por otro lado, esta “moral provisional” cartesiana, parece ser hegemónica en el absoluto << vacío >> ideológico.

Por ello la tercera advertencia número 3 se centra en: << Saber distinguir de las percepciones intuitivas emocionales afectivas, en un análisis contra-intuitivo, basado en la relación específica concreta establecida con los actores de la carrera de forma de entender si el diálogo es un fetiche (en sí mismo) o una verdadera condición de posibilidad específica de cambio >>. El no cegarse por las luces de la verborrea teórica, que siendo teórica, no implica una práctica real de parte de los discursos intelectuales/academicistas, posibilita hacer una distinción que confiere de realidad las características del proyecto a desarrollar. Por ello allí se juegan métodos, medios y fines ¿Qué quiero decir con esto? Que solo a partir de caracterizar la situación, de relacionarse con-inter los actores, de acuerdo a la noción del proyecto de democracia y democratización (que en el documento Propuesta se lee “Elección dirección de carrera, acreditación de la carrera, contratación de docentes, mecanismos de control de las decisiones y prácticas político/administrativas, financiamiento, etc".) se podrá dar una configuración específica a una línea política-metódica de trabajo, en la cual el pensamiento crítico social, y las llamadas armas de la crítica por Marx, encuentren una expresión de consolidación en los espacios de organización de la carrera.

Aún así, es necesario hacer una cuarta advertencia con respecto a esta metodología: << No es posible evidenciar un proceso de democratización, y luego esconder la mano de la piedra en el plano metodológico >>. En el proyecto que han diseñado muestran una serie de pasos a seguir como recomendaciones/propuestas/actividades para abordar las temáticas que han descrito anteriormente. En el caso de actividades vinculadas a los objetivos o sub-temas no se observa un tratamiento práctico de la democratización, ya que no hay una referencia ni siquiera discursiva en alguna de las actividades al tema de la democracia. Esto mismo le quita mucho poder convocante y seriedad a la tematización, y deja la democratización reducida a “otros niveles” que, teniendo una importancia estratégica del mismo nivel, pasan a ser hegemonizados, mientras lo referente al tema de las autoridades se invisibiliza, y queda en lo etéreo, y trasladado al marco de la auto-censura, lo cual, a la vez, como gesto, nos puede dar más claridad con respecto a las expectativas creadas y generadas (en términos de lo enunciado y lo no, en un contexto como la carrera). Pero no entraremos en este espacio de presunciones y supuestos, sino que solo diremos que la democracia es un espectro que atraviesa la propuesta metodológica (en cada actividad hay una metodología participativa, etc.), pero se diluye como expresión política al no conservar la problematización del poder como tema.

Lo importante es que este proyecto de democratización sea democrático ¿paradójico luego de lo que hemos dicho anteriormente sobre la significación de la democracia? Claro, pero también es necesario recordar que hay una base desde la cual enunciamos, y donde Laclau podría argumentar, contrariamente, que nada es democrático propiamente tal, sino existe solo como “democracia radical”. Lo que prácticamente dibujamos aquí como necesario es la relación democracia-mejor(amiento) de la carrera que discurra no tan sólo en un imperativo absoluto ideal de la democracia (como fetiche), sino que responda en términos prácticos a una orientación específica que pretende (o contribuye a) resolver problemas organizacionales (claros y concretos) en su vinculación con una fórmula democrática. La advertencia en éste caso, la número cinco, es << No sacralizar el nombre de la democracia, sin que opere su demanda desde una situación específica concreta a la cual de respuesta, más allá del plano de la ideas >>. Para ello es necesario generar/conocer claramente un diagnóstico de la carrera que de cuenta estos problemas y se (des)potencie el “poder democrático” (en su forma y contenido) de modo de resolverlos. Esto es lo que consideramos importantísimo y que está tematizado en la identificación de problemáticas sectoriales y comunes, pero que olvida la advertencia número 1. El nivel de confluencia y conversación se hace necesario en esta dirección, sino tendremos una tecnocracia o a un nuevo gremialismo, y no una democratización, sino un paradigma de la eficiencia organizacional (con sociólogos organizacionales) haciendo una consultoría a la misma carrera (ya en el plano del absurdo) des-codificando “lo político”.

Sugerencias y fin del rompecabezas


Para ello es necesario no olvidarse de los espacios bases de donde nacen los diagnósticos que implican la resolución de problemas en términos políticos: los mismos actores. Por ello la última advertencia en ésta temática, la número seis, se convierte en sugerencia, y es que << un proyecto orientado a la democratización de la carrera debe contar con la carrera >>, y esto en términos activos, dinámicos, de solidaridad y organicidad, como en el plano de las disposiciones políticas, los compromisos, las acciones, etc., a desarrollar en pos de una democratización en el plano político (específicamente), sienta las reconversiones entre un diálogo (violento simbólicamente) y/o la violencia (dialógicamente violenta en la realidad).

La sugerencia podría acabar en el inmovilismo si considera las anteriores advertencias de forma normativa. Las advertencias han sido inscritas en base a dar cuenta y entrar en la “idea tras la idea” de democracia. En ello, llevándola a sus límites objetivos de realización en la carrera, entenderemos, en ese marco de disposiciones, la forma concreta en que la democracia se expresará, se consolidará o morirá en medio de una correlación de fuerzas homeostática.

Así es como en términos de fortalecer un proyecto democrático (en términos metodológicos, pero no cronológicos), se debe:
1. considerar la organización por estamentos entendiendo que distintos puntos de vista, interés, necesidades, etc., pueden provenir a partir de esa diferencia en el espacio de la carrera. Con ello se incentiva la base de una discusión con respecto a las expectativas organizativas de parte de los actores. La idea es la ruptura de la segunda advertencia.
2. Se debe evitar “patear” el tema a un “vacío comunicativo”, en donde nadie esté realmente interesado (aunque se diga que sí para mantener calmado a los estudiantes, para validarse personal/intelectualmente, etc.) o a un eterno re-volver a los mismos temas y al inicio de la discusión con la forma clásica del Letargo. La idea aquí es saber con quien se cuenta y con quien no, ya que en términos reales es lo imperativamente necesario para emprender este proceso. Por lo tanto se trata la ruptura de la tercera advertencia, que nos permite alejarnos de lo emotivo para centrarnos en la correlación de fuerzas reales (y de ahí disponer a desarrollar una táctica, lo que bien habría dicho Lenin, como político de la coyuntura).
3. con ello se debe volver complementaria la necesidad de que cada estamento comience a sumarse a procesos de discusión, talleres de conversación de la situación de la carrera en donde participen todos los estamentos (integrada integral). Donde la participación se amplia, no se cierre a comisiones y delegados, sino que se impulse hacia la ampliación de la temática al interior de la carrera y, por que no, hacia “el exterior” (demás carreras, universidad, el famoso “más allá de la universidad también está-el/hay-un mundo”).
4. Tras la lógica de democratización, se hace necesaria una interpelación a las decisiones, organización, etc., de la carrera, tanto en su forma como en su contenido. Para ello es necesario conocer y transparentar cuales han sido estas desde la última Dirección, con la elaboración de un informe que deje claro cuales son las atribuciones que el Director posee en la Carrera, como han sido los procesos de decisión, quienes han participado de votaciones, etc. Descubrir la caja negra y visibilizar ese círculo anti-democrático, sus expresiones, ramificaciones, intereses y (sin) razones es aquí el tema. Esto es central, aquí puede estar la base concreta al origen de la demanda, más allá de lo ético.
5. A partir de este documento es posible comenzar una discusión desde la realidad. Tendremos decisiones concretas que de seguro tendrán sus pros y contras, pero que incentivarán el debate, y el ejercicio político de pensar una nueva organización de carrera. Esto puede servir, entre otras muchas otras iniciativas, a desprenderse de los costos políticos señalados en la advertencia número cinco.
6. Lo principal es que “se crean el cuento”. Es sumamente importante el hecho de que se comience a articular ese proyecto de democratización entre los estudiantes, pero con un convencimiento que solo debe dar una contundente fundamentación, y permita impulsar esta lucha al interior de la carrera. No es cosa de esconderse entre citas rimbombantes o de palabras consensuales pos-ideológicas. Los proyectos de democratización son políticos, y los resultados son políticos, como los conflictos son políticos cuando se trata del poder. Consideren eso a partir de la cuarta advertencia.

He tratado de, con estos últimos puntos, acercar el enorme rompe-cabezas que cree del problema a la situación, y de la situación al problema. He propuesto algunas orientaciones que pueden ser acompañadas de muchas más (o simplemente pueden ser dejadas de lado) en función de que constantemente el rompecabezas de la situación siga una velocidad dinámica en construcción.

El rompecabezas sigue siendo la figura que debe intrigarnos como forma de resolver y entender la realidad de nuestro problema político particular (el de la democratización), ya que desde la fragmentación de un todo, en partes que sinfónicamente acoplables, interrelacionadas en la figura diferenciada de una gran imagen y una gran escena, permanecen aisladas, sin dar forma a una organicidad solidaria en la lucha social.

Aquí es donde tendremos el trabajo político (ya no podemos negar “lo político” o “la política” sin “hacer política”), incansable, metódico, paciente y riguroso, para alcanzar nuevas formas de articulación en la protesta, en las resistencias, en las subversiones, etc., que en un << parto social-histórico >>, comiencen a dar luz a un proyecto unitario de estas fuerzas sociales, políticas, culturales, etc., por una transformación social revolucionaria. Siendo así la pregunta lógica: ¿y por qué no?

sábado, 25 de septiembre de 2010

Huelga de Hambre Mapuche. Continuando el goce del Síntoma de Estado o el Estado no para de gozar!!

Reflexionando nuevamente sobre las bases del poder de estado y sobre la situación política que encontramos en Chile, con la huelga de hambre de los presos políticos mapuches que alcanza ya 75 días, he llegado a encontrarme con un nuevo tema que puede ser la continuación de nuestro anterior ensayo (presentado en esta misma página) sobre el síntoma de estado que, en resumidas cuentas, es la imposibilidad estructural que posee el estado capitalista para acabar con la ley antiterrorista debido a la propia conformación del terror de estado.

Hoy nos acercamos a tres ensayos importantes: a) Slavoj Zizek. Kant y Sade: la pareja perfecta, b) el seminario sobre la ética del psicoanálisis de Lacan, y c) El Fascismo de Ernest Mandel. Sus lecturas combinadas nos traen a colación y entroncan perfectamente con las proposiciones del estado chileno, en cuanto a una << ley kantiana como agenda superyoica que sádicamente goza el bloqueo del sujeto, su incapacidad para acercarse a sus demandas inexorables >>, siendo este elemento, “La Ley kantiana”, nuestro objeto de reflexión en base a la política de estado en términos de un significante (S) que atraviesa (S(O) el orden simbólico: democracia y terror, en el marco del desarrollo de las contradicciones de las relaciones sociales capitalistas.

1. reflexión sobre el imperativo del estado en relación a la ley antiterrorista. El estado asume como fuerza objetiva necesaria el “castigar” conductas que obedecen a materia del “orden público”. Esta agenda de la autoridad de establecerse como “el” referente fálico del poder en la organización política de la sociedad, trae consigo que cualquier gesto político de subversión, es decir de “debilitamiento” de esta autoridad superyoica se transforme en una problemática social. El bloqueo del sujeto, podemos aquí atribuirlo a la tendencia política a reprimir, suprimir, etc., los movimientos políticos sociales que van en contra el poder del estado y, por lo tanto, no se hacen parte de el imperativo superyoico de esta ley kantiana, sino que aplican otros significantes determinantes (“comunismo”, “anarquismo”, “autonomismo”, etc.) para significar lo social, desde una distinta “condición de clase”, o más bien, como diría Bourdieu, por la ocupación de un distinto lugar en el espacio social, cultural, simbólico y económico, guiado por una tradición, una historia, una memoria, una experiencia práctica y una interpretación significante de la realidad.
El asumir el mandato superyoico significa aquí quedar facultado para velar por “la nación”, “el pueblo”, etc., en materia de seguridad, bienestar, etc. Esa misma condición hace que el estado obtenga, desde la Ley moral, la cual es una << orden impersonal que no “viene de ninguna parte”, es decir, es finalmente auto-postulada, autónomamente asumida por el sujeto >>, en este caso el estado, el cual lo asume como una “atribución legítima(da)” para ejercer dolor, en función de un “bienestar mayor”. Esto pasa, como anteriormente, por un significante dominante, el cual en éste caso viene a ser el famoso “estado de derecho”.

2. el sadismo como la subversión, la contra cara reflejada del imperativo: el sadismo como el deber de estado. El sadismo ético ya se comienza a justificar como elemento racional. El estado asume que la muerte es inminente, y con ello abre la antesala del goce y de su síntoma, como expresión concreta de su “deber del verdugo constitucionalista”. El asesinato político entra en la escena de “lo correcto” en el marco del “Estado de derecho”, siendo la triada, y el significante dominante, el que se impone en la conformación de la anamorfosis ideológica que de cierta forma (auto) exculpa el goce del Estado, y convierte su sadismo en un superyó (“el hacer lo correcto”). Todo ello mientras se desarrolla “lo que Lacan llamo la fantasía sadeana fundamental: la fantasía de otro, el cuerpo etéreo de la víctima, qué puede torturarse indefinidamente y no obstante mágicamente retener su belleza” (Zizek). La pregunta es después de 75 días de Huelga de Hambre ¿Hasta cuándo será posible sostener el cuerpo de la víctima antes de que se convierta en cádaver? La pretensión del estado en su legitimidad biopolítica en proveer las condiciones de supervivencia para los presos políticos (Foucault) se ve sofocada por ésta placer sádico superyocio que le impulsa “justamente” (<< ellos no quieren dialogar, nosotros sí >>) a dejarlos morir. Aún así la muerte sería la falla fatal del estado ¿cómo sublimarla de la vida pública cuando ya “todos sabemos” que pasa? ¿Cómo podrá vivir la “máquina” de estado está neurosis de angustia (Freud)? En términos políticos ¿qué sucede con esa anamorfosis ideológica? ¿tendremos un ataque histérico de totalitarismo o un debilitamiento como el que hoy pretende evitar esa red de significantes llamada “estado de derecho”?

3. debilitamiento de la autoridad fálica del estado. La figura paterna autoritaria del estado se ve presionada por esta subversión de otro que no se significa en el Otro. Eso abre el espacio de la Fantasía, para preguntarse ¿qué quieren ellos de mí en realidad? En el petitorio de los presos en huelga está muy claro. 4 puntos, ya explicitados en todas las dimensiones comunicativas existentes: 1: desmilitarización. 2. fin al doble procesamiento. 3. no aplicación de la ley antiterrorista, y 4. Fin de los testigos encubiertos (con capucha). Pero no termina de desarrollarse esta idea de “debilitamiento” (expuesta como teoría política de estado por el “brillante” Gustavo Hasbún), que expresa el miedo en la fantasía sobre el deseo del otro. Lo que obviamente está aquí en cuestionamiento es el poder falocéntrico del estado en su aplicación de lo justo/injusto, bien/mal, pero a la vez una prolongación fantasmática de la lucha política entre el estado y el pueblo mapuche (o cualquier agente o actor social que tenga un pensamiento, ideología, etc. distinta a la de “papi-estado”). La autoridad y el autoritarismo del estado se vuelven las discusiones claves a seguir para entender a futuro (y en pasado) la lógica de las próximas protestas, en la comunicación desde los movimientos y las clases sociales, con el estado.
Lo que el estado no alcanza a ver es que su debilidad está siendo alcanzada a cada día, hora y minuto que los presos siguen en huelga de hambre. En ese sentido es necesario hacer la distinción entre estado y gobierno, que en términos prácticos se diluye (no en términos postmodernos, repito prácticos) constantemente. Cada vez el gobierno pierde legitimidad. Aún no hay bandas fascistas que reivindiquen la política del estado referente a los Presos Políticos (de hecho comentarios racistas de proto-intelectualillos han sido duramente criticados por una sociedad civil activa). Pero, aunque no podemos medir los elementos de un micro-fascismo que opera constantemente, la situación demarca una solidaridad y legitimidad civil-social a las demandas de los PP que hacen que sea muy difícil que el gobierno no sienta el impacto político del hecho. Ahora ¿qué hay del estado? El estado chileno consolidará su rol histórico de un poder autoritario-totalitario, ya que está cuestionado su legado neo-colonial, bélico, racista y capitalista. Lo cual en términos “democráticos burgueses formales”, lo debilitará.

4. el caso ejemplificador de la discusión es la guerra contra el terrorismo: el estado protege a la humanidad destruyéndola. Hablaba en el ensayo anterior sobre el “fetiche de la vida”. Ahora veremos una dimensión contradictoria ya analizada en la lógica sádica de la guerra y en el concepto de seguridad. La misma lógica se ha dado en la guerra imperialista de EEUU “contra el terrorismo islámico”. Allí ha estado presente la idea de suprimir las libertades civiles (democráticas) por proteger la “democracia” (la ley patriótica); suprimir la dignidad humana (por la tortura) por proteger la vida humana (de actos terroristas). Esta misma relación contradictoria en el plano del castigo y del orden se contrapone aquí. La idea del debilitamiento se encamina en la misma senda: si el estado es débil no puede proteger a “la ciudadanía”. Esto resulta de una atrocidad cínica repugnable ¿no ha sido acaso este mismo modelo económico, cultural, social, etc., el que ha moldeado las relaciones sociales a partir del mercado, y en donde el estado cada vez es más débil (o se ha exculpado como “el débil”) para intervenir en la precarización, exclusión, explotación, discriminación, etc., de sectores cada vez más amplios de la población? ¿No es acaso una ironía el presentar a la opinión pública el orden público como más importante que el bienestar público, tratando de sentar las bases de un “argumento político-histórico”? ¿No encontramos nuevamente ahí el síntoma del estado capitalista operando? No es casualidad que hoy salga el Director del BBVA (el banco más importante en capitales en Chile) en el diario financiero diciendo que Chile será un país desarrollado de dos a tres años.

5. la mesa de diálogo y el monólogo esquizofrénico del estado. Cuando en al artículo anterior señalábamos que las declaraciones de “buenas intenciones” se sucederían, no pensábamos que se sucederían con tanta lentitud en términos prácticos. El hecho es que el sadismo ha sido llevado hoy, en reafirmar esa ley kantiana, de la cual hemos hablado en términos superyoicos con el “fetiche de la vida”, a “proponer” una mesa de diálogo en términos en que el diálogo no existe y no exista. Hoy se han reunido las fuerzas de estado, como esfuerzo neurótico e histérico, de alcanzar esta contradictoria situación de hacer vivir-dejar morir (Foucault), en donde el poder del estado biopolítico pretende una regulación de la vida, una inclinación, la educación y administración de lo viviente. Ello da por resultado dos situaciones:
a) el estado termina hablando sólo. El impone su ética sádica, sabiendo que su mismo sadismo ha conducido a la situación. No es paradojal, sino bastante lógico, pero políticamente estúpido. El estado pretende sentarse sólo, o junto a quienes hablan en los mismos términos simbólicos del otro (mapuche) que en los niveles que ellos están dispuestos a significar (“el estado de derecho”). Es decir el estado se sienta a masturbarse mientras el mundo lo observa (apropósito del viajecito a la asamblea de las Naciones Unidas y las declaraciones de amnistía Internacional, las agrupaciones internacionales de solidaridad, etc.).
b) Nuevamente el control biopolítico (el “poder sobre la vida”) se ve mediado por un autoritarismo fálico del estado, que no quiere perder su corona, ni debilitarse/desaparecer, por lo que ejerce la misma violencia simbólica en determinar las condiciones de diálogo, y al mismo tiempo imponerlas como las condiciones de posibilidad de solución. Es decir, el dialogo tiene como objetivo, no tan solo un voladero de luces, sino la anulación de la protesta, la anulación de una subversión, una anulación del sujeto, su bloqueo, la eliminación del “riesgo”.

Lo que hoy se espera y que finalmente es la síntesis de estas contradicciones, es el ataque histérico y violento de parte del estado, ejerciendo su poder de control de la vida por medio de la alimentación forzada. Empezará una disputa entre “Papi-estado”, el juez sádico ético, y la ética política emancipadora de quien nunca se ha considerado un hijo, y hoy subvierte la autoridad del estado. La psiquiatría y la medicina, formas de poder que se ejercerán para una alimentación forzada, acompañada de discursos de normalización y de un poder judicial (La Ley) que nuevamente intentará reforzar el control del estado, estarán en la palestra ante la absoluta inmutabilidad del estado de dar a torcer su “brazo de hierro” en el poder. Es decir, en monólogo del estado: << como no tengo voluntad política para resolver el problema de la huelga, controlo al huelguista que no se muera, o sea, asunto arreglado >>. Se ejerce un nuevo poder. No faltarán los mismos argumentos legales para decir sí o no a la acción, mientras << lo político >> se mediatiza.

Hoy, el estado, literalmente, no para de gozar, y necesita el dolor del otro para saber que “puede gozar”, y que podrá seguir haciéndolo. Hoy a 75 días de huelga, dadas las condiciones de la salud de los 35 PP, los siglos de lucha del pueblo mapuche y la actitud histórica del estado chileno hacia este último, hacen cada vez más necesario una salida que elimine el síntoma de estado. Ello involucra pensar y reflexionar (y actuar) en la base de que existe una lucha política de por medio, y que hoy se desnuda la fractura de un tipo histórico de estado, y que va más allá de la misma coyuntura huelga, con la que la “sociedad civil” hiper-tolerante y “democrática” se ha envilecido, aún así, dando un paso importante, pero a ciegas en la oscuridad de la práctica ideologizante del fetiche democrático.

No se tratar de desmerecer el tremendo trabajo de organización, solidaridad, acción, etc., que significan las miles de protestas y manifestaciones que responden orgánicamente a un problema tácito, específico y concreto (y que obviamente está articulado con el mismo modo de protesta pacífico que han resuelto los PP y sus organizaciones), sería bastante estúpido de mi parte “criticar” la fuerza del propio movimiento con el cual me identifico, sino que yendo al plano de lo que llamamos el << fetiche de la democracia >>, parece haber un desafío infranqueable que asumir, en donde debemos dar un salto al significado de un estado que con SU democracia aterroriza, y vive aterrorizada por el temor y el miedo a la subversión, a la resistencia, la rebelión y a la insurrección. Una “democracia” ligada a las fuerzas del capital, imponiendo la coacción a los proyectos y organizaciones políticas que apuestan por un cambio social radical/real con respecto a la propiedad y sus formas de conservar el poder hegemónico discursivo del orden simbólico (sino debemos recordar la frase clave de Hasbún en CNN Chile: << en Chile esta ley (antiterrorista) ha dado resultado para que no emerjan grupos ultras como si ha sido el caso en otros países latinoamericanos >>).

Por eso, entre otras tantas cosas, seguimos como estamos, somos quienes somos, y vamos como vamos. Y por ello, el desafío es hilvanar y articular el trasfondo de este síntoma que es propiamente autoritario y capitalista, de forma de entender nuestro (digo nuestro, pues entiendo hay un Nosotros) proyecto político de sociedad, para no caer en totalitarismos y desgracias trágicas como en el pasado a re-significar.

martes, 7 de septiembre de 2010

Huelgas de hambre y síntoma de estado. Dimensiones contra-éticas.


Ya hace 58 días se lleva a cabo una huelga de hambre por presos políticos mapuches en las cárceles de Chile. Se ha tematizado un tema invisibilizado parcialmente por/para la sociedad, y más bien por la acción concertada de los poderes hegemónicos, articularon un discurso de negación del mapuche, en su reivindicación política, en un conjunto de aparatos, instituciones, discursos, etc., dando como resultado un telescopio (donde solo un ojo puede observar) la forma del tratamiento del mapuche en la sociedad chilena.

Frente a esta situación, en donde el encarcelamiento, las medidas de poder, sujeción y subordinación, hacia el pueblo mapuche, por medio del derecho y la policía (en todas sus expresiones), y una larga cortina comunicacional, se intentó cerrar y consolidar, a la vez, la autoridad estatal en el aplastamiento total, sistemático y utópico, de la “condición subversiva” del pueblo mapuche. El disciplinamiento, el terror, la militarización, las formas en que se manifiesta la pobreza, la expoliación capitalista en la zona, la tortura, los procesos de acumulación originaria del capital, el arrebato de tierras, etc., son reconocidos procesos históricos en el desarrollo del desenlace que hoy conocemos como marco para entender una acción política tan decidida como una huelga de hambre.

La huelga de hambre consiste en el ejercicio conciente y decidido, que presenta una lucha no violenta, contra el poder que se interpreta como arbitrario, injusto e ilegitimo, en cuanto a la aplicación de la ley antiterrorista (proveniente de la dictadura militar de Pinochet), las contradicciones del doble procedimiento en la justicia civil y militar a los cuales el pueblo mapuche ha sido objeto.

Es en este punto en que pretendemos centrarnos en realidad, en la pregunta sobre ¿cómo la vida se pone cómo el último baluarte de la acción política sobre la cual el estado “no puede” intervenir? Y cómo este refugio del cuerpo en su animosidad y vitalidad, es el último reducto en que el estado se enfrenta a sí mismo con respecto al “control”.

En relación a esta discusión, creemos, se puede abordar con mucha más profundidad que el ejercicio que pretendemos realizar, pero creemos que es necesario llevarlo a cabo como un acercamiento por dos razones señaladas en varios comentarios, cargados de fantasía, sobre las características de la huelga:
1) Existiría una costumbre a ver morir por inanición que nos hace indiferentes a la acción política de los presos políticos: la idea de que la inanición se ha instalado como práctica material de parte del estado tiene sus argumentos y fundamentos, pero creemos que apunta a una dimensión mucho más escabrosa en el espacio simbólico, en donde la misma ideología produce un efecto práctico, como creencia instalada, con respecto al imaginario de la democracia y las concepciones articuladas/condicionadas por/en la relación sujeto-objeto.
2) La existencia de una intencionada locura suicida mapuche, como patología política, más que como expresión política: esto deslinda en el campo del fascismo, pero encuentra una apertura, la patología y la enfermedad, en señalar el principio de la vida como un imperativo categórico moral, en sentido kantiano, que en su goce (¡debes vivir!) se encuentra con la realidad de una vida colmada de resignación y castración (el encierro, la represión, la negación en síntesis) que hace que la vida no sea vivible ni vivida.

Sobre estas cuestiones hacemos referencia el concepto de síntoma, desarrollado por Zizek, aplicado sobre la construcción de esta contradicción inmanente en el que la existencia y aplicación de la ley terrorista se vuelve una paradoja para el estado que no puede superar ni asumir como aplazable en el marco de un conjunto de relaciones sociales, donde el estado pretende sostener la hegemonía del poder político, sin a la vez causar la idea de la no vida, sin convertirse en no estado. El renunciar a la vida no debe verse en este sentido como una actitud patológica del sujeto que desea alcanzar la muerte como goce, o el principio de muerte (en su expresión básica), etc., sino que se debe centrar en el espacio de las características simbólicas que impregna la relación entre la vida y la muerte, en función de la práctica real del vivir. Esto está detallado en la serie de análisis y estudios que dan cuenta de la realidad del pueblo mapuche en Chile y la Argentina, y en la manifestación de su espacio cosmovisión, su campo simbólico, etc., en donde se encuentran las particularidades de "lo mapuche".



En esta dirección no hay un giro ético que se haga cargo de la condición política de marginación sin poder tocar el síntoma del estado. Sino estamos en presencia evidente del sinthome lacaniano, en donde de forma cínica, sabemos lo que hacemos, pero aún así lo hacemos (Zizek), porque no renunciamos al goce (el estado y su seguridad) de forma de conservar absolutamente todo igual, por lo que la categoría terrorista y terror aparecería direccionada hacia otro imaginario ya constituido en el inconsciente social: en una conquista violenta y direccionada de la imaginación y del deseo.

Entonces vemos cuales son las contradicciones inmanentes que solo son propios de una expresión histórica del estado, en su forma, que es la que nos desvía de la discusión profunda con respecto a la naturaleza del estado, y que la misma Izquierda (socialista, comunista, revolucionaria, pero si el anarquismo) asume como una posición fundamental y como pregunta y tema concreto de la reflexión: ¿no posee el estado acaso una incapacidad estructural y orgánica de suprimir la ley antiterrorista porque esta es la única forma de blindaje con respecto a una política contra el estado?

La ley antiterrorista concebida en dictadura, el año 1984, pretendía señalar a los agentes y actores que cumplían un rol “subversivo” contra el estado, en cuanto atentaban a la forma orgánica del gobierno, en concreto, y no al estado en abstracto ¿o sí? La cuestión fundamental en el por qué la concertación no derogó la ley, por qué la condena se sigue ejerciendo, como pregunta teórico-política, versa sobre el porque la ley antiterrorista pertenece al campo en que el estado controla y subordina las formas políticas de expresión/acción, lo cual delimita el campo del imaginario social político, hacia las directrices discursivas del consenso en donde el estado se afirma en su principio ideológico que, en toda su expresión, opera con la naturalidad de quienes se llaman democráticos. Se produce un fetichismo de “la democracia”.

Este falso reconocimiento en el principio de la democracia, recuerda el poder de la ideología como fuerza inmanente que, en la misma actualidad, hace que la huelga no sea tan solo un caso de la inanición como ejercicio al cual “estamos acostumbrados”, sino que obviamente, responde a una de las características básicas de la ideología, que asegura que actos políticos como el de los presos políticos mapuches, en su radicalidad, se han tratados como marginales, y no sustentados en el universo simbólico de “lo democrático”. Esta operación encubierta, tendría su éxito si es que la vida no fuese ‘amenazada’, ya que involucraría un nuevo síntoma, que se grafica en la clásica pregunta cotidiana ¿cómo es posible que el estado deje morir a estas personas? Sustentada en la creencia de la costumbre y la costumbre de la creencia: un fetichismo de “la vida”.

Esto involucra tácitamente, en un plano de lo Real, la concepción con respecto al punto de lo que queremos y no queremos, sin ser conscientes realmente de ello. Hay una resistencia y una tensión de parte de un sector de la población que apela a lo democrático del estado, sin renunciar a la propia condición del estado (capitalista, burgués, patronal, neoliberal etc.), por lo que su conflicto con la ley anti-terrorista muestra y desnuda una opción ética-cínica del estado en el “yo” y el “yo” en el estado: si desaparece la ley antiterrorista el terrorismo hará lo que quiera con el estado, y yo (en relación de identidad con el estado) no estaré seguro (del otro). La democracia, vida y seguridad se articulan como fantasía.

Esto se gráfica en lo que la ley antiterrorista entiende por “delito terrorista”, el cual es un delito (como cualquier otro) que apunta a la finalidad de ejercer un “temor justificado”. Aquí el temor-terror se relacionan como parte de la construcción del imaginario del miedo neurótico y del miedo real. ¿No es acaso a dónde apunta la ideología profundamente al naturalizar este miedo, haciéndolo perceptible y justificado en lo real (en el otro)? ¿No es a ello a lo que apunta el diputado Alberto Cardemil (RN) al horrorizarnos señalando que “el estado no puede renunciar a mecanismos de defensa importantes”? ¿No es acaso un problema con la autoridad y la apropiación simbólica de “lo violento” una forma de persuadir al miedo neurótico (en términos freudianos) a manifestarse? Seguro habrá quienes puedan explorar en profundidad y mayor detalle la relación subyacente entre miedo y terror.

Lo que resulta suceder es que invisibilizado el espacio político de discusión, de un tema real, es decir, la idea de estado, y entregado a las aguas de los intelectuales de derecha, la discusión sobre como opera esta “máquina democrática”, escapa por la ventana de los medios de desinformación social, para colocarlo en un espacio desplazado de lo político, en donde todas fuerzas sociales dominantes deben colaborar entre sí. Esta es la expresión de una mesa de diálogo y una serie de manifestaciones/declaraciones de buenas intenciones que veremos en la actualidad.

La huelga de hambre parece así convertirse en un jaque efectuado al centro del poder simbólico del estado, pero a la vez su confirmación debilitada. En el sentido contra-ético de la vida, (en su práctica de vivir) no hay cambios objetivos de parte del estado que acojan la autodeterminación de parte del pueblo mapuche, sin que involucren una fisura innegable de su vestimenta y muestren su desnudez. Es decir, como dice Subverso en Terroristas, la direccionalidad del terror y del terrorismo, los criminales y la criminalización, es la que se abre y se pone en cuestión como espejo de la sociedad, las contradicciones del poder político del estado y del capitalismo.

Lo contra-ético se plasma en ¿qué hacer con la vida, en el sentido de su “forma de vivir”, más allá de la huelga en sí? Porque ahí está contenida la expresión del más allá de la huelga, a la decisión, a la acción de llevarla a cabo, más que al acto en sí mismo.
Frente a esa pregunta se vislumbran 2 respuestas que dan a orígenes a tensiones de parte y presentes en distintos actores:
1) el estado debe hacer caso a la peticiones de los presos: el problema que está planteado y se exige es que se asuman las demandas de los presos políticos, pero ello, a la vez, involucra un ir más allá en cuanto implica entender una nueva forma de estado (porque la ley desaparece, pero el estado subsiste), en donde el estado, ya no se representa en la creencia en La Ley, sino que en la práctica de los ciudadanos conscientes, responsables, etc. sin la necesidad de una autoridad que preste la “seguridad a la democracia” (o al estado, recordar que es una ley de seguridad del estado que no se ha aplicado tan solo a mapuches sino también a colectivos y organizaciones anarquistas), ya que esta está asegurada en cada uno/a de nosotros/as. Por ello es cambio en el entenderse a sí mismo en/como el estado, lo que implica un cambio subjetivo en la relación de “ser estado”.
2) El estado no debe dejar que mueran, a través de todos los medios necesarios: aquí es donde se impregna el universalismo abstracto de cómo se piensa la vida como principio que escapa más allá del estado. En esta dimensión el refugio en el/del cuerpo como principio político se hace aquí innegable. La idea de delimitar el cuerpo expresivamente como arma política contra el estado, tiene las consecuencias sustentadas en la apología a la vida de la ideología universalista que sustenta el estado moderno, en donde el principio de la vida es irrenunciable. Esto conlleva y muestra en el escenario político actual el intento del estado de conservar paradójicamente la vida, luego de hacerla in-vivible en un supuesto paraíso.

De esta última respuesta se trata de abordar una superación a la esquizofrenia imperante a través del derecho y de la judicialización de la huelga de hambre. Las discusiones sobre si debiese existir un control legal que restituya el síntoma, lo incorpore y lo domine, como en el mismo caso del suicidio, por ejemplo, vuelven a adentrarnos en el plano de la otredad muerta, que <> como control represivo superyoico del “sentido de la vida”, replicando una sociedad zombies, satisfaciendo el goce de vida, y sin entender las dimensiones contra-éticas antes señaladas. Recordemos que el acuso de “incapaz de razón” provendrá del contenido vacío de la misma ideología que sustento el fascismo, pero también, de las nuevas formas de control, llamadas por Foucault, bio-políticas.

En cualquiera de los dos casos el síntoma ya se ha apoderado de la dimensión social, y es innegable el encuentro del estado con su negación (de la negación, claro). Mientras se intenta disfrazar al estado de protector de la vida y asegurador del diálogo, con toda la violencia simbólica correspondiente, en el otro carril corre a toda máquina el tren de la represión policial-legal-formal (con allanamientos, violencia policial, violación de la autonomía universitaria, control en las marchas, etc.). Al parecer los trenes apuntan a interceptarse en un choque traumático, y nadie pretende reducir la velocidad.