sábado, 25 de septiembre de 2010

Huelga de Hambre Mapuche. Continuando el goce del Síntoma de Estado o el Estado no para de gozar!!

Reflexionando nuevamente sobre las bases del poder de estado y sobre la situación política que encontramos en Chile, con la huelga de hambre de los presos políticos mapuches que alcanza ya 75 días, he llegado a encontrarme con un nuevo tema que puede ser la continuación de nuestro anterior ensayo (presentado en esta misma página) sobre el síntoma de estado que, en resumidas cuentas, es la imposibilidad estructural que posee el estado capitalista para acabar con la ley antiterrorista debido a la propia conformación del terror de estado.

Hoy nos acercamos a tres ensayos importantes: a) Slavoj Zizek. Kant y Sade: la pareja perfecta, b) el seminario sobre la ética del psicoanálisis de Lacan, y c) El Fascismo de Ernest Mandel. Sus lecturas combinadas nos traen a colación y entroncan perfectamente con las proposiciones del estado chileno, en cuanto a una << ley kantiana como agenda superyoica que sádicamente goza el bloqueo del sujeto, su incapacidad para acercarse a sus demandas inexorables >>, siendo este elemento, “La Ley kantiana”, nuestro objeto de reflexión en base a la política de estado en términos de un significante (S) que atraviesa (S(O) el orden simbólico: democracia y terror, en el marco del desarrollo de las contradicciones de las relaciones sociales capitalistas.

1. reflexión sobre el imperativo del estado en relación a la ley antiterrorista. El estado asume como fuerza objetiva necesaria el “castigar” conductas que obedecen a materia del “orden público”. Esta agenda de la autoridad de establecerse como “el” referente fálico del poder en la organización política de la sociedad, trae consigo que cualquier gesto político de subversión, es decir de “debilitamiento” de esta autoridad superyoica se transforme en una problemática social. El bloqueo del sujeto, podemos aquí atribuirlo a la tendencia política a reprimir, suprimir, etc., los movimientos políticos sociales que van en contra el poder del estado y, por lo tanto, no se hacen parte de el imperativo superyoico de esta ley kantiana, sino que aplican otros significantes determinantes (“comunismo”, “anarquismo”, “autonomismo”, etc.) para significar lo social, desde una distinta “condición de clase”, o más bien, como diría Bourdieu, por la ocupación de un distinto lugar en el espacio social, cultural, simbólico y económico, guiado por una tradición, una historia, una memoria, una experiencia práctica y una interpretación significante de la realidad.
El asumir el mandato superyoico significa aquí quedar facultado para velar por “la nación”, “el pueblo”, etc., en materia de seguridad, bienestar, etc. Esa misma condición hace que el estado obtenga, desde la Ley moral, la cual es una << orden impersonal que no “viene de ninguna parte”, es decir, es finalmente auto-postulada, autónomamente asumida por el sujeto >>, en este caso el estado, el cual lo asume como una “atribución legítima(da)” para ejercer dolor, en función de un “bienestar mayor”. Esto pasa, como anteriormente, por un significante dominante, el cual en éste caso viene a ser el famoso “estado de derecho”.

2. el sadismo como la subversión, la contra cara reflejada del imperativo: el sadismo como el deber de estado. El sadismo ético ya se comienza a justificar como elemento racional. El estado asume que la muerte es inminente, y con ello abre la antesala del goce y de su síntoma, como expresión concreta de su “deber del verdugo constitucionalista”. El asesinato político entra en la escena de “lo correcto” en el marco del “Estado de derecho”, siendo la triada, y el significante dominante, el que se impone en la conformación de la anamorfosis ideológica que de cierta forma (auto) exculpa el goce del Estado, y convierte su sadismo en un superyó (“el hacer lo correcto”). Todo ello mientras se desarrolla “lo que Lacan llamo la fantasía sadeana fundamental: la fantasía de otro, el cuerpo etéreo de la víctima, qué puede torturarse indefinidamente y no obstante mágicamente retener su belleza” (Zizek). La pregunta es después de 75 días de Huelga de Hambre ¿Hasta cuándo será posible sostener el cuerpo de la víctima antes de que se convierta en cádaver? La pretensión del estado en su legitimidad biopolítica en proveer las condiciones de supervivencia para los presos políticos (Foucault) se ve sofocada por ésta placer sádico superyocio que le impulsa “justamente” (<< ellos no quieren dialogar, nosotros sí >>) a dejarlos morir. Aún así la muerte sería la falla fatal del estado ¿cómo sublimarla de la vida pública cuando ya “todos sabemos” que pasa? ¿Cómo podrá vivir la “máquina” de estado está neurosis de angustia (Freud)? En términos políticos ¿qué sucede con esa anamorfosis ideológica? ¿tendremos un ataque histérico de totalitarismo o un debilitamiento como el que hoy pretende evitar esa red de significantes llamada “estado de derecho”?

3. debilitamiento de la autoridad fálica del estado. La figura paterna autoritaria del estado se ve presionada por esta subversión de otro que no se significa en el Otro. Eso abre el espacio de la Fantasía, para preguntarse ¿qué quieren ellos de mí en realidad? En el petitorio de los presos en huelga está muy claro. 4 puntos, ya explicitados en todas las dimensiones comunicativas existentes: 1: desmilitarización. 2. fin al doble procesamiento. 3. no aplicación de la ley antiterrorista, y 4. Fin de los testigos encubiertos (con capucha). Pero no termina de desarrollarse esta idea de “debilitamiento” (expuesta como teoría política de estado por el “brillante” Gustavo Hasbún), que expresa el miedo en la fantasía sobre el deseo del otro. Lo que obviamente está aquí en cuestionamiento es el poder falocéntrico del estado en su aplicación de lo justo/injusto, bien/mal, pero a la vez una prolongación fantasmática de la lucha política entre el estado y el pueblo mapuche (o cualquier agente o actor social que tenga un pensamiento, ideología, etc. distinta a la de “papi-estado”). La autoridad y el autoritarismo del estado se vuelven las discusiones claves a seguir para entender a futuro (y en pasado) la lógica de las próximas protestas, en la comunicación desde los movimientos y las clases sociales, con el estado.
Lo que el estado no alcanza a ver es que su debilidad está siendo alcanzada a cada día, hora y minuto que los presos siguen en huelga de hambre. En ese sentido es necesario hacer la distinción entre estado y gobierno, que en términos prácticos se diluye (no en términos postmodernos, repito prácticos) constantemente. Cada vez el gobierno pierde legitimidad. Aún no hay bandas fascistas que reivindiquen la política del estado referente a los Presos Políticos (de hecho comentarios racistas de proto-intelectualillos han sido duramente criticados por una sociedad civil activa). Pero, aunque no podemos medir los elementos de un micro-fascismo que opera constantemente, la situación demarca una solidaridad y legitimidad civil-social a las demandas de los PP que hacen que sea muy difícil que el gobierno no sienta el impacto político del hecho. Ahora ¿qué hay del estado? El estado chileno consolidará su rol histórico de un poder autoritario-totalitario, ya que está cuestionado su legado neo-colonial, bélico, racista y capitalista. Lo cual en términos “democráticos burgueses formales”, lo debilitará.

4. el caso ejemplificador de la discusión es la guerra contra el terrorismo: el estado protege a la humanidad destruyéndola. Hablaba en el ensayo anterior sobre el “fetiche de la vida”. Ahora veremos una dimensión contradictoria ya analizada en la lógica sádica de la guerra y en el concepto de seguridad. La misma lógica se ha dado en la guerra imperialista de EEUU “contra el terrorismo islámico”. Allí ha estado presente la idea de suprimir las libertades civiles (democráticas) por proteger la “democracia” (la ley patriótica); suprimir la dignidad humana (por la tortura) por proteger la vida humana (de actos terroristas). Esta misma relación contradictoria en el plano del castigo y del orden se contrapone aquí. La idea del debilitamiento se encamina en la misma senda: si el estado es débil no puede proteger a “la ciudadanía”. Esto resulta de una atrocidad cínica repugnable ¿no ha sido acaso este mismo modelo económico, cultural, social, etc., el que ha moldeado las relaciones sociales a partir del mercado, y en donde el estado cada vez es más débil (o se ha exculpado como “el débil”) para intervenir en la precarización, exclusión, explotación, discriminación, etc., de sectores cada vez más amplios de la población? ¿No es acaso una ironía el presentar a la opinión pública el orden público como más importante que el bienestar público, tratando de sentar las bases de un “argumento político-histórico”? ¿No encontramos nuevamente ahí el síntoma del estado capitalista operando? No es casualidad que hoy salga el Director del BBVA (el banco más importante en capitales en Chile) en el diario financiero diciendo que Chile será un país desarrollado de dos a tres años.

5. la mesa de diálogo y el monólogo esquizofrénico del estado. Cuando en al artículo anterior señalábamos que las declaraciones de “buenas intenciones” se sucederían, no pensábamos que se sucederían con tanta lentitud en términos prácticos. El hecho es que el sadismo ha sido llevado hoy, en reafirmar esa ley kantiana, de la cual hemos hablado en términos superyoicos con el “fetiche de la vida”, a “proponer” una mesa de diálogo en términos en que el diálogo no existe y no exista. Hoy se han reunido las fuerzas de estado, como esfuerzo neurótico e histérico, de alcanzar esta contradictoria situación de hacer vivir-dejar morir (Foucault), en donde el poder del estado biopolítico pretende una regulación de la vida, una inclinación, la educación y administración de lo viviente. Ello da por resultado dos situaciones:
a) el estado termina hablando sólo. El impone su ética sádica, sabiendo que su mismo sadismo ha conducido a la situación. No es paradojal, sino bastante lógico, pero políticamente estúpido. El estado pretende sentarse sólo, o junto a quienes hablan en los mismos términos simbólicos del otro (mapuche) que en los niveles que ellos están dispuestos a significar (“el estado de derecho”). Es decir el estado se sienta a masturbarse mientras el mundo lo observa (apropósito del viajecito a la asamblea de las Naciones Unidas y las declaraciones de amnistía Internacional, las agrupaciones internacionales de solidaridad, etc.).
b) Nuevamente el control biopolítico (el “poder sobre la vida”) se ve mediado por un autoritarismo fálico del estado, que no quiere perder su corona, ni debilitarse/desaparecer, por lo que ejerce la misma violencia simbólica en determinar las condiciones de diálogo, y al mismo tiempo imponerlas como las condiciones de posibilidad de solución. Es decir, el dialogo tiene como objetivo, no tan solo un voladero de luces, sino la anulación de la protesta, la anulación de una subversión, una anulación del sujeto, su bloqueo, la eliminación del “riesgo”.

Lo que hoy se espera y que finalmente es la síntesis de estas contradicciones, es el ataque histérico y violento de parte del estado, ejerciendo su poder de control de la vida por medio de la alimentación forzada. Empezará una disputa entre “Papi-estado”, el juez sádico ético, y la ética política emancipadora de quien nunca se ha considerado un hijo, y hoy subvierte la autoridad del estado. La psiquiatría y la medicina, formas de poder que se ejercerán para una alimentación forzada, acompañada de discursos de normalización y de un poder judicial (La Ley) que nuevamente intentará reforzar el control del estado, estarán en la palestra ante la absoluta inmutabilidad del estado de dar a torcer su “brazo de hierro” en el poder. Es decir, en monólogo del estado: << como no tengo voluntad política para resolver el problema de la huelga, controlo al huelguista que no se muera, o sea, asunto arreglado >>. Se ejerce un nuevo poder. No faltarán los mismos argumentos legales para decir sí o no a la acción, mientras << lo político >> se mediatiza.

Hoy, el estado, literalmente, no para de gozar, y necesita el dolor del otro para saber que “puede gozar”, y que podrá seguir haciéndolo. Hoy a 75 días de huelga, dadas las condiciones de la salud de los 35 PP, los siglos de lucha del pueblo mapuche y la actitud histórica del estado chileno hacia este último, hacen cada vez más necesario una salida que elimine el síntoma de estado. Ello involucra pensar y reflexionar (y actuar) en la base de que existe una lucha política de por medio, y que hoy se desnuda la fractura de un tipo histórico de estado, y que va más allá de la misma coyuntura huelga, con la que la “sociedad civil” hiper-tolerante y “democrática” se ha envilecido, aún así, dando un paso importante, pero a ciegas en la oscuridad de la práctica ideologizante del fetiche democrático.

No se tratar de desmerecer el tremendo trabajo de organización, solidaridad, acción, etc., que significan las miles de protestas y manifestaciones que responden orgánicamente a un problema tácito, específico y concreto (y que obviamente está articulado con el mismo modo de protesta pacífico que han resuelto los PP y sus organizaciones), sería bastante estúpido de mi parte “criticar” la fuerza del propio movimiento con el cual me identifico, sino que yendo al plano de lo que llamamos el << fetiche de la democracia >>, parece haber un desafío infranqueable que asumir, en donde debemos dar un salto al significado de un estado que con SU democracia aterroriza, y vive aterrorizada por el temor y el miedo a la subversión, a la resistencia, la rebelión y a la insurrección. Una “democracia” ligada a las fuerzas del capital, imponiendo la coacción a los proyectos y organizaciones políticas que apuestan por un cambio social radical/real con respecto a la propiedad y sus formas de conservar el poder hegemónico discursivo del orden simbólico (sino debemos recordar la frase clave de Hasbún en CNN Chile: << en Chile esta ley (antiterrorista) ha dado resultado para que no emerjan grupos ultras como si ha sido el caso en otros países latinoamericanos >>).

Por eso, entre otras tantas cosas, seguimos como estamos, somos quienes somos, y vamos como vamos. Y por ello, el desafío es hilvanar y articular el trasfondo de este síntoma que es propiamente autoritario y capitalista, de forma de entender nuestro (digo nuestro, pues entiendo hay un Nosotros) proyecto político de sociedad, para no caer en totalitarismos y desgracias trágicas como en el pasado a re-significar.

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